jueves, 3 de noviembre de 2011

ESCRITORES SUICIDAS






"Morir
Es un arte, como todo
yo lo hago excepcionalmente bien.
Tan bien, que parece un infierno.
Tan bien, que parece de veras.
Supongo que cabría hablar de vocación."







       SYLVIA PLATH
        
           Nacida en el barrio de Jamaica Plain en Boston el  27 de octubre de 1932. Su vida, tal como aparece descrita en la extensísima colección de cartas escritas a su madre Aurelia Schober entre 1950 y 1963 y publicadas en 1983 por la editorial Faber and Faber con el título de Letters Home, fue siempre atormentada, pletórica de actividad febril y caracterizada por la búsqueda de la perfección aun a costa de la propia salud. La relación con sus padres fue siempre atormentada y difícil. Especialmente con su padre, de quien llegó a decir: “era un autócrata… yo le amaba y le despreciaba a la vez, y probablemente deseé muchas veces que estuviera muerto.” Llegó incluso más lejos configurándole en el conocidísimo poema “Daddy” (“Papaíto”), como un personaje ario y antisemita, influida sin duda por su origen alemán.
          A los 19 años intenta suicidarse por primera vez por ingesta de tranquilizantes que sólo le producen una pérdida de conocimiento. Tras la terapia de electroshocks llega una lenta recuperación y poco a poco todo vuelve a la normalidad. Plath reflejaría todas estas vivencias en su novela autobiográfica La campana de cristal (Edhasa). Esther Greenwood, la protagonista, y Sylvia Plath coinciden en sufrir disociaciones, fragmentaciones y parálisis psicológicas.
          Años más tarde, ya en Inglaterra donde había acudido con una beca Fulbright, conoce al joven y prometedor poeta Ted Hughes, con el que se casa en 1956. Juntos vivieron unos años muy intensos literariamente. En 1959 nace su hija Frieda y es entonces cuando escribe La campana de cristal.
          Por aquel entonces, su matrimonio estaba ya muy deteriorado. Ella no podía tolerar la constante infidelidad de su marido, vinculado sentimentalmente entonces a Assia Wevill, una escritora judía que, curiosamente, también se suicidó mas tarde.El matrimonio Hughes se separa y Sylvia permanece en Londres, sola, con los dos hijos de la pareja. Experimenta frecuentes y extremos cambios de ánimo: tan pronto se lamenta de su soledad, su falta de dinero, los pobres resultados que encuentra en su poesía o su añoranza de Ted Hughes, como celebra exaltada la independencia poética al no estar sometida a la tiránica influencia expresiva de la obra de su marido, y no estar ya bajo su constante sombra
          Una mañana de un helador febrero, la tristeza, la sobrecarga de trabajo, la enfermedad, la soledad y la angustia hacen presa en ella y decide abrir la espita del gas, muriendo asfixiada  el 11 de febrero de 1963 a los treinta y un años.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario