jueves, 26 de enero de 2012

LIBRO DE LA SEMANA

                              YO MATO

 Por Giorgio Faletti:

Un locutor de Radio Montercarlo recibe una noche durante su programa una llamada telefónica asombrosa: alguien revela que es un asesino. El hecho se pasa por alto, como una broma de pésimo gusto; sin embargo, al día siguiente un famoso piloto de fórmula uno y su novia aparecen en su barco, muertos y horrendamente mutilados. Se inicia así una serie de asesinatos, cada uno precedido de una llamada a Radio Montecarlo con una pista musical sobre la próxima víctima, cada uno subrayado por un mensaje escrito con sangre en el escenario del crimen, que es al mismo tiempo una firma y una provocación: «Yo mato». Para Frank Ottobre, agente del FBI, y Nicolas Hulot, comisario de la Sûreté monegasca, comienza la caza de un escurridizo fantasma que tiene aterrorizada a la opinión pública: nunca hubo un asesino en serie en el principado de Mónaco. Ahora lo hay, y de su búsqueda nadie va a salir indemne. Yo mato es un thriller pleno de acción e intriga, con un desarrollo narrativo tan maduro como absorbente. Eso ha bastado –y ha sobrado– para situar a su autor entre los nombres más importantes del género y a su obra como un auténtico fenómeno editorial.

miércoles, 18 de enero de 2012

HERNEST HEMINGWAY

ULTIMOS AÑOS:

El 2 de julio de 1961 se disparó a sí mismo con una escopeta. Dada la ausencia de una nota de suicidio y el ángulo del disparo, es difícil determinar si realmente su muerte fue autoinfligida o si fue un accidente. Se presume que una posible causa fue la enfermedad de Alzheimer que le fue diagnosticada poco antes, así como su marcado carácter depresivo y su alcoholismo.
En el año 2006 se hizo público que Ernest Hemingway relató sus experiencias en la guerra a Arthur Mizener, profesor de literatura de la Universidad de Cornell, a quién confesó: "He hecho el cálculo con mucho cuidado y puedo decir con precisión que he matado a 122 prisioneros alemanes". "Uno de esos alemanes era un joven soldado que intentaba huir en bicicleta y que tenía más o menos la edad de mi hijo Patrick", contó. Patrick había nacido en 1928, de modo que la víctima debía tener 16 o 17 años. El escritor le cuenta a Mizener que le "disparó a la espalda con un M1". La bala, de calibre 30, le dio en el hígado.
En una de sus cartas a su última esposa Mary Welsh en 1944, Hemingway escribió: "Muchos muertos, botín alemán, tantos tiroteos y toda clase de combates".
Pero en otra misiva enviada a su editor, Charles Scribner, en agosto de 1949 - cuatro años después de finalizada la Segunda Guerra-, relató: "Una vez maté a un kraut de los SS particularmente descarado. Cuando le advertí que lo mataría si no abandonaba sus propósitos de fuga, el tipo me respondió: Tú no me matarás. Porque tienes miedo de hacerlo y porque perteneces a una raza de bastardos degenerados. Y además, sería una violación de la Convención de Ginebra. Te equivocas, hermano, le dije. Y disparé tres veces, apuntando a su estómago. Cuando cayó, le disparé a la cabeza. El cerebro le salió por la boca o por la nariz, creo".



  • LIBROS


  • The Torrents of Spring

  • Fiesta Adiós a las armas

  • Verdes colinas de África

  • Tener y no tener

  • Por quién doblan las campanas

  • Al otro lado del río y entre los árboles

  • El viejo y el mar

  • jueves, 12 de enero de 2012

    HERMAN HESSE


                              LA EJECUCIÓN:

    En su peregrinación, el maestro y algunos de sus discípulos bajaron de la montaña al llano y se encaminaron hacia las murallas de la gran ciudad. Ante la puerta se había congregado una gran muchedumbre. Cuando se hallaron más cerca vieron un cadalso levantado y los verdugos ocupados en llevar a rastras hacia el tajo a un individuo ya muy debilitado por el calabozo y los tormentos. La plebe se agolpaba alrededor del espectáculo. Hacían mofa del reo y le escupían, movían bulla y esperaban con impaciencia la decapitación.
              -¿Quién será y qué delitos habrá perpetrado -se preguntaban unos a otros los discípulos- para que la multitud desee su muerte con tanto afán? Aquí no se ve a nadie que manifieste compasión ni que llore.
              -Supongo que será un hereje -dijo el maestro con tristeza.
    Siguieron acercándose, y cuando se vieron confundidos con el gentío los discípulos preguntaron a izquierda y derecha quién era y qué crímenes había cometido el que en aquellos momentos se arrodillaba frente al tajo.
              -Es un hereje -decía la gente muy indignada-. ¡Hola! ¡Ahora inclina su cabeza condenada! ¡Acabemos de una vez! En verdad ese perro quiso enseñarnos que la ciudad del Paraíso tiene sólo dos puertas, ¡cuando a todos nosotros nos consta perfectamente que las puertas son doce!
    Asombrados, los discípulos se reunieron alrededor del maestro y le preguntaron:
              -¿Cómo lo adivinaste, maestro?
    Él sonrió y, mientras echaba de nuevo a andar, dijo en voz baja:
              -No ha sido difícil. Si fuese un asesino, o un bandolero o cualquier otra especie de criminal, habríamos visto entre las gentes del pueblo pena y compasión. Muchos llorarían y algunos hasta pondrían el grito en el cielo proclamando su inocencia. Al que tiene una creencia diferente, en cambio, se le puede sacrificar y echar su cadáver a los perros sin que el pueblo se inmute.

    jueves, 5 de enero de 2012

         Vio negociar a muchos mercaderes, vio príncipes que iban de cacería, gente enlutada que lloraba a sus muertos, prostitutas que se ofrecían, médicos que curaban enfermos, sacerdotes que fijaban el dia de la siembra, amantes que se amaban, madres que amamantaban a sus hijos...y encontró todo aquello indigno de su mirada. Todo mentía, todo era hediondo, todo rezumaba engaño y simulaba tener sentido, felicidad y belleza, cuando no era más que podredumbre encubierta. El mundo tenía un gusto amargo. Una tortura era la vida.
         Sólo una meta se perfilaba ante Siddhartha: quedarse vacío, despojarse de su sed, de sus deseos, de sus sueños, de sus penas y alegrías. Deseaba morir para sí mismo, no ser más él, hallar paz y tranquilidad en su corazón vacío, permanecer abierto al milagro despersonalizando el pensamiento. Cuando venciera y  aniquilara a su Yo,cuando todos los impulsos y pasiones enmudecieran en su corazón, tendría que despertar lo último, lo más íntimo del Ser, lo que ya no es el Yo,sino el gran Misterio
                                                                                           ( "Hermann Hesse" Siddhartha )